30/10/08

Palmeños: el señorío del trabajo.

Me decía días atrás un buen amigo de toda la vida que alguien de su entorno familiar le había reprochado el hecho de que en Palma no exista señorío. Se refería, claro está, no al señorío del espíritu, sino al de la casta, al del privilegio; al que se considera con superiores derechos hereditarios sobre el común de la gente.
¿Que no hay aquí señorío? ―le respondí yo―. Claro que si se refiere al de los grandes propietarios agrarios que hacían sus fortunas a costa de los bajos salarios y de la carencia de derechos laborales para los jornaleros, afortunadamente ya no los hay. Los hubo ―¡vaya si los hubo!―; pero, cuando las cosas empezaron a cambiar, tomaron las de Villadiego y, si te he visto, no me acuerdo.
Palma es un pueblo de trabajadores, en el más positivo sentido del término: un pueblo que trabaja y crea trabajo, un pueblo de gente emprendedora. Siempre lo fue, aun en las épocas en que las estructuras sociales y económicas eran muy adversas, pero se ha puesto de manifiesto en estos tiempos, en que se encuentra a la vanguardia de los pueblos cordobeses por sus niveles de empleo y de crecimiento.
Así es que, dispuesto a mostrarle a mi buen amigo datos sobre ese señorío del trabajo que distingue a nuestro pueblo desde antiguo, saqué de mis colecciones de fotos algunas que ilustran esto que digo. De ellas, he escogido tres para mostrárselas también a los amigos lectores de Kerigma.
La primera de ellas fue tomada el día 18 de mayo de 1930 en la calle Cigüela número 36. En ella aparecen Manuel Carmona Pérez, sus tres hijos varones y una docena de trabajadores en torno a una máquina recién salida del trabajo de todos ellos.


Manuel Carmona Pérez, sus hijos y trabajadores, en 1930, en torno a la primera refinadora de masa “La Positiva”


Consistía esa máquina en una refinadora de masa de pan que se patentó ese mismo año con el nombre de “La Positiva”. Un ingenioso mecanismo para hacer que la masa de pan, salida en basto de la amasadora, pasara de manera continua por dos fuertes rodillos de hierro fundido, transportada por una cinta de lona. La masa así refinada, quedaba con tan fina textura que producía aquel pan palmeño, compacto y esponjoso a la vez, cocido en horno de leña, que era, sin ninguna duda, el mejor pan que podía comerse en todo el país.
De Palma salieron durante décadas refinadoras de masa “La Positiva” hacia todos los puntos de España, y aún puede verse en alguna panadería de algunos de nuestros pueblos, bien como reliquia o incluso trabajando ocasionalmente.
Pero lo que más llama la atención en una mirada atenta a la fotografía, es el orgullo y la unidad de quienes colaboraron con su trabajo en la construcción de la máquina. Podría decirse que es más bien una foto de familiares y amigos, que amistad rayana en la familiaridad es lo que verdaderamente unía a aquellos hombres en el trabajo.
Aparte de los ya dichos, puedo reconocer, a la derecha de la imagen, al maestro de taller Enrique Castellanos, que tiene delante a su hijo Pepe. Fue siempre Enrique Castellanos el maestro de taller de máxima confianza, serio y leal en el trabajo y en la vida, como luego lo fueron sus tres hijos varones, Federico, Pepe y Enrique.
También aparece, levantando la cabeza para salir en la foto, a la derecha de Jesús Carmona (izquierda en la imagen), a Alonso Santiago. Alonso era toda una institución entre nosotros. Alonso no era un nombre más entre otros trabajadores; era una figura que ocupaba todo un espacio en el mundo laboral de Palma. Decir Alonso era decir alguien enormemente entrañable y querido, capaz de desarrollar por sí solo cualquier trabajo de herrería, de mecánica o de soldadura que se le pidiera. Y siempre con la sonrisa, la comprensión y la bondad que le caracterizaba. Los niños adorábamos a Alonso, porque siempre estaba dispuesto a hacernos una aro o un tirachinas de hierro; o a soldarnos el eje de la horquilla de la bicicleta que las mal empedradas calles palmeñas se cargaban con facilidad. Y siempre con su personalísimo gesto de sonrisa.
¿Lo veis, amigos? Esto es señorío; señorío ético del trabajo.


Rafael Martín Callejón y Emilio Díaz Morales, en el surtidor de gasolina de Palma, en 1950


La segunda de las fotos, tomada en el año 1950, muestra el surtidor de gasolina, único que existía en Palma por aquellos tiempos, que no funcionaba electricamente, como los de hoy, sino a mano, accionando trabajosamente una pesada manivela de vaivén. ¡Qué tiempos aquellos! Estaba aquel surtidor en el Arco de la calle Ancha, en la esquina en que hoy comienza la Avenida de la Paz, que entonces no existía, y junto a la casa de la familia Raso, hoy derruida.
Pero, aun siendo de interés como documento de época, no es el surtidor lo que más nos interesa, sino los dos muchachos que aparecen a uno y otro lado del mismo. A la izquierda de la imagen, Rafael Martín Callejón; a la derecha, Emilio Díaz Morales, ambos empleados y parientes del concesionario del surtidor, e industrial palmeño, Pepe Callejón.
El gesto de ambos evidencia satisfacción y orgullo por su trabajo. El uno agarra la boquilla y el otro la manguera del surtidor como un futbolista pudiera alzar el balón con el que acaba de llevar a su club a la victoria, o un torero la muleta y la espada con las que acaba de rematar una gran faena.
Señorío del trabajo, amigos. Aceptación, bondad y dignidad en el desempeño de la misión social que la vida les ha deparado. Éste es el verdadero señorío, y no el de los cortijos pasivamente heredados de generación en generación.
Creo que las gasolineras o “estaciones de servicio” palmeñas de hoy en día harían bien en rendir homenaje a estos hombres que tan modesta como ejemplarmente iniciaron la andadura.
Y, por fin, la tercera y última fotografía, que todo ha de tener su fin y no hay por qué cansar a los lectores con nuestra afición y amor a lo palmeño.


Grupo de amigos palmeños hacia 1950


Se trata de la emocionante foto de un grupo de amigos del mundo del trabajo. Arriba, de izquierda a derecha, Manolín Pérez, Mario y Abelardo Muñoz; Abajo, Antonio Ruiz Páez, Manolito Dugo, Vicente León Ariza y el cuñado de Antonio Ruiz.
Digo emocionante, como podría decir conmovedora, porque en esta foto todo es amistad, sentimiento de grupo, alegría y satisfacción, a la vez que dignidad y respeto a su calidad de amigos en el mundo del trabajo de aquellos dificilísimos tiempos.
Los recuerdo a todos con emoción. Aquellas generaciones de españoles trabajaron en condiciones difíciles y levantaron abnegadamente el país sobre el que hoy vivimos con mucha mayor holgura.
¿Cabe mayor señorío, amigos?

Joaquín de Alba Carmona

Nota. En el artículo del pasado año, titulado “Palmeños de antaño. Mis fotos”, en que se hacía relación de los integrantes de una fotografía de la vieja rondalla palmeña, se deslizó un error del que, en honor a la verdad, quisiera dejar constancia. Se trata de Federico Fuentes, que aparece en tercera fila, primero por la izquierda.

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